miércoles, 3 de enero de 2018

Amantes de mis cuentos: Tormenta interior. Versión francesa


UN ORAGE INTÉRIEUR

Les nuages sombres sont restés pétrifiés au lieu de courir. Depuis sa hauteur, Lucifer m'observait avec lenteur. Impossible. Sa tête se dirige vers le haut. J'ai recommencé à guetter. Donc, oui. Je me suis changé d’endroit. Il me suivait du regard. Moi seulement. Il ne s’intéressait pas au groupe de personnes âgées qui  écoutions avec attention ce que notre guide racontait. Une statue ne peut pas prendre quelqu’un en grippe… : pas vrai ? Maintenant elle sourit. Je l'ai examinée de haut en bas avec mépris et elle a déchargé une averse dont j'ai été la seule victime. Le reste du groupe s'était éloigné pour contempler le monument depuis un autre angle, et ils ne se sont pas mouillés.

Carla, la guide, une belle jeune fille, affectueuse avec les vieilles badernes, à ce moment commentait que la statue était en bronze et que son auteur était un tel Ricardo je ne sais plus quoi. J'ai recommencé à regarder  l'ange tombé, maintenant bouche bée. Je ne pouvais pas écarter les yeux de lui et je me suis mis à tourner autour de la fontaine. Je n'ai pas vu le clou sur son bord et je suis tombé à plat ventre. Les persones du groupe m'ont aidé à me lever. Rien de cassé. La canne avait atténué le coup. J’ai eu de la chance.


Mieux vaut ne plus épier cet ange perturbateur. Je mets donc toute mon attention à ce que la guide nous explique. À ce momento-là, elle parlait du piédestal qui a été fait par un architecte dont je n’ai pas  saisi le nom. Quel ennui! Je fais ces visites pour ne pas rester seul chez moi. Debout,  je m'endormais presque lorsque j’ai entendu la guide expliquer que le fameux clou, qui m’avait fait trébucher, marque à cet endroit la hauteur sur le niveau de la mer: 666. Le chiffre de la bête!!!

Je me réveillais.  J’avais le menton collé à la poitrine et les mains sur ma canne. Je dois être un peu dur d'oreille parce que quelqu'un a parlé des gremlins, ces monstres au bas du piédestal.


Une main invisible m’a fait lever les yeux vers l'ange.  Mon Dieu! ll avait le visage de mon grand-père, celui qui a atteint cent trois ans en donnant du fil à retordre et qui me montrait tous les jours sur la rue Alphonse XII. Sa profession a été celle de céramiste et a travaillé avec la Chine, non pas dans  le pays, non, cela reste très loin, mais à la royale fabrique de porcelaine située au Parc du Retiro, ici à Madrid. Carla vient de nous faire savoir que ce terrain était occupé par l’ancienne fabrique.


Grand-père: que fais-tu là-haut? Es-tu son ami? S’¡l te plait, ne fréquente pas de mauvais sujets….

Le visage de l'ange a un geste qu’il vaut mieux ne pas décrire et chuchote quelque chose. Les serpents ont commencé à bouger.


Le visage de mon grand-père aimé devient visible. Il me conseille de rentrer chez moi, de me coucher dans le lit, de me couvrir avec la couverture de la tête aux pieds. L'orage m'a perturbé. Et avec une voix cassée il me fait remarquer:


Il vaut  mieux ne pas irriter Lucifer, le bel et savant ange que l'orgueil a fait tomber. Allez, va-t’en!


Traducida por: 

María Ramírez Sánchez nació en Melilla y con 8 añitos se fue a vivir a Oujda, una ciudad del entonces protectorado francés del norte oriental de Marruecos, a muy pocos kilómetros de la frontera con Argelia.


Con 21 años se vino a Madrid, donde ha trabajado haciendo traducciones francés-español hasta su jubilación, y donde ha formado una bonita familia de la que se siente muy orgullosa.

Muchísimas gracias María. 


Tormenta interior

Las nubes oscuras en vez de correr se quedaron petrificadas. Desde su altura, Lucifer me observaba con sorna. Imposible. Su cabeza está hacia arriba. Volví a atisbar. Pues sí. Me cambié de lugar. Me siguió con la mirada. Solo a mí. No hacía caso al grupo de la tercera edad que escuchábamos con atención lo que contaba nuestra guía. Una estatua no puede tomarla con uno… ¿Verdad? Ahora sonríe. La examiné de arriba abajo con desprecio y descargó un chaparrón del que fui la única víctima. El resto se había alejado para contemplar el monumento desde otra perspectiva, y no se mojaron. 

Carla, la guía, una chica joven y guapa, cariñosa con los vejestorios, en ese momento comentaba que era de bronce y que su autor era un tal Ricardo no sé cuántos. Volví a mirar al ángel caído, ahora estaba con la boca abierta. No podía apartar los ojos de él y me puse a dar vueltas alrededor de la fuente. No vi un clavo en su bordillo y caí de bruces. Los del grupo me ayudaron a levantar. Ningún hueso roto. El bastón había atenuado el golpe. Fue una suerte.

Mejor no fisgo a ese ángel perturbador. Así que pongo atención a lo que la guía nos explica. En ese momento, hablaba del pedestal que fue hecho por un arquitecto del que no pillé el nombre. ¡Qué aburrimiento! Hago estas visitas para no quedarme solo en casa. Casi me dormía de pie cuando la oí comentar que el dichoso clavo, con el que había tropezado, marca en ese punto la altura sobre el nivel del mar: 666. ¡El número de la bestia!

Espabilé. Estaba con la barbilla pegada al pecho y las manos en mi bastón. Debo estar algo teniente del oído porque alguien mencionó los gremlins, esos monstruos, a los pies del pedestal.

Una mano invisible hizo que levantara los ojos hacia el ángel. ¡Santo Dios! Si tiene la cara de mi abuelo, el que llegó hasta los ciento tres años dando guerra, el que día a día me exhibía por la calle de  Alfonso XII. Su profesión fue la de ceramista y trabajó en la China, no el país, no, eso queda muy lejos, sino en lo que fue la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, aquí en Madrid. Carla acaba de ilustrarnos que este terreno fue ocupado por la antigua Fábrica.

Abuelo, ¿Qué haces allá arriba? ¿Eres amigo de éste? Haz el favor de no juntarte con gente de mal vivir.

La cara del ángel tiene un gesto que mejor no describo y susurra algo. Las serpientes han comenzado a moverse.

El rostro de mi querido abuelo se hace visible. Me aconseja que vuelva a casa, me acueste en la cama, me tape con la manta de la cabeza a los pies. La tormenta me ha trastornado. Y con voz cascada me advierte:

A Lucifer, bello y sabio a quien la soberbia hizo caer, es mejor no irritarle. ¡Anda vete!


© Marieta Alonso Más

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