martes, 10 de noviembre de 2015

Amantes de mis cuentos: Soy un genio

Vasija micénica 1500 a.C.
Me llaman “el ideas” porque me paso la vida inventando cosas. No tengo nada patentado. Soy un antisistema total. Estoy disconforme con todo. No tengo familia, ni amigos. Nadie viene a molestarme. Mi vida es muy normal.

Los artilugios que he creado me despiertan a mi hora, me levantan, me afeitan, me duchan, me visten y a repartir cartas que para eso me pagan.

Tengo un sistema de seguridad en casa que es único en el mundo. Lanzo una piedra de ágata a la cerradura de la puerta y cae la guillotina del techo. Ya puedo pasar. Desde dentro la coloco en su lugar. Pobre del que pretenda entrar.

Voy directamente a la cocina porque llego con un hambre de mil demonios. Me coloco mi pulpo delantal. Me quedo en pie, muy derecho y equidistante de todo. Aprieto el botón rojo y cada uno de los ocho brazos comienza su función:

Uno abre el frigorífico y saca el recipiente de plástico que corresponda al día de la semana, se lo da al dos que abre el microondas, lo introduce, cierra la puerta y marca los minutos necesarios. El tercero pone el mantel, los platos, los cubiertos y la copa sobre la mesa. El cuarto busca todos los accesorios para servirme el vino (enfriador, aros recoge gotas, abridor, aireador, oxigenador, vertedor, embudo y escanciador). Soy un sibarita. Lo reconozco. El quinto me da a elegir entre varias botellas mientras el sexto me coloca una servilleta para no manchar mi uniforme. El séptimo brazo me sirve la comida y el octavo me da de comer.

Más tarde todos los tentáculos juntos se encargan de recoger, fregar y limpiar la cocina para que quede impoluta.

Ya estoy listo para pensar. Me siento en mi butaca preferida.

Llevo varios días buscando una solución a un problema. Necesito una mujer que me lleve al éxtasis, que no hable, que no ronque, que no de órdenes y que me admire.     


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